martes, 22 de abril de 2008

La última esperanza de ser madre


Hace solo dos años que Paqui Andreo, una totanera de 37 años, ha hecho realidad su sueño de convertirse en madre. El camino para conseguirlo ha sido una lucha constante, en la que la frustración parecía ganar la batalla




Solo habían pasado unos minutos desde que la presentadora de España Directo había mandado a los niños a la cama con los lunnies, cuando el niño comenzó a tirarle del pantalón a Paqui. “Mama, agua, nene”, decía el niño. Su madre lo miró y con una sonrisa le dijo que esperara un poco, porque tenían visita. El niño estaba inquieto y volvió a llamar a su madre “mamaaaaaaaaaa”. Al final la madre tuvo que coger al niño en brazos y disculpándose ante los presentes: “losiento, pero es que mi hijo es un reloj”, fue a bañarlo.


Cuando le dijeron a Paqui Andreo que estaba embarazada no podía creérselo. “Fue corriendo a mi casa y empezó a darle besos a todo el mundo y a saltar de alegría”, recuerda su madre. Y no es para menos, ya que le ha costado mucho esfuerzo tener a su único hijo, Fran. Paqui Andreo y su marido, Paco Guerao, han pasado unos años muy dolorosos en los que más de cuatro intentos fallidos de fecundación invitro les sumía en una tremenda desesperación. La única solución que creían posible para ser padres era la adopción. Ya le habían dicho que eran aptos para adoptar, cuando en el último tratamiento de fertilidad les dijeron los médicos que Paqui estaba embarazada.


La mala noticia

El instinto maternal se despertó en Paqui Andreo cuando contrajo matrimonio. Justo un año después de casarse, la pareja comenzó a ir a consultas de médicos para ver cual era el problema por el que Paqui no se quedaba embarazada. El primer médico que les atendió les dijo que todavía era pronto para saber si había algún problema. Les dijo que esperaran un poco y que siguieran intentándolo. Pasado un tiempo la pareja decidió ir a un especialista que les sometió a pruebas para verificar si realmente ocurría algo. En efecto, había un problema. Paqui Andreo no se podía quedar embarazada porque los espermatozoides de su marido morían antes de llegar al óvulo. Este fue el comienzo de un largo camino hacia la paternidad.


Años de sufrimiento

La primera vez que Paqui Andreo se sometió a un tratamiento de fecundación invitro estaba muy ilusionada. La pareja tuvo que vender una barca que tenían a medias con unos amigos para poder pagar el costoso tratamiento. Pero no hubo suerte, al igual que en los siguientes intentos. Paqui estaba desesperada, ya no quedaba casi nada de esa ilusión que había manifestado al principio. La única idea que tenía ahora en la cabeza era la adopción. Paqui ya soñaba con ir a China y recoger a su bebe, cuando después de llegar de un viaje con su marido, su vida cambió. El matrimonio tenía un mensaje en el contestador automático. El mensaje procedía de una clínica nueva de fecundación invitro, que los había seleccionado para probar un nuevo tratamiento de fertilidad. “Yo no quería ir. Estaba cansada y no tenía ganas de sufrir más”, recuerda Paqui Andreo. Tuvieron que pasar unos meses para que decidiera someterse a ese nuevo tratamiento. Sería la última vez que lo intentaría. Por suerte ésta vez, todo salió bien.


Embarazo entre algodones

No había día en el que Paqui no se mirara al espejo para ver si su barriga había aumentado. En el séptimo mes de embarazo fue a un estudio fotográfico para que le hicieran unas fotos en las que se pudiera ver su abultado vientre: “Quería tener un recuerdo mío estando embarazada, porque esa iba a ser la única vez en mi vida que yo me iba a ver así”. Durante los meses de gestación, las precauciones que tuvo que llevar fueron extremas: “deje de trabajar y de limpiar, ya no podía realizar ningún tipo esfuerzo”. Lo que si hacía y mucho, era dar largos paseos por la ciudad, para que el bebe se desarrollará correctamente.


Con la dulzura que solo una madre puede dar, Paqui abraza a su pequeño hijo y acaricia su rubio y rizado cabello, mientras recuerda el momento más feliz de su vida: “cuando nació mi Fran y me lo dieron para que pudiera abrazarlo, fue maravilloso. Es una sensación inexplicable que hay que vivirla”. A Paqui sin duda, le hubiera gustado ver como nacía su hijo. Su marido tuvo la oportunidad de hacerlo, pero no pudo de lo nervioso que estaba: “La matrona me dijo que me acercara a ver como salía mi hijo, que solo era una vez en la vida, pero yo estaba tan nervioso que no pude verlo nacer”. Las primeras palabras que dijo el asombrado padre al ver a su bebe fueron, sin duda, sorprendentes: “¡hala! Que feo, tiene tu pelo”. A Paco Guerao le hubiera gustado que su hijo hubiera tenido su pelo liso y no el de su mujer que es rizado.


La “quiniela”

Toda la familia del matrimonio tenía ganas de que naciera el pequeño, pero Fran parecía que no tenía ganas de salir del vientre de su mama. Como los días pasaban y Fran no nacía en el día que el médico había previsto (el 5 de diciembre), los familiares de la pareja decidieron hacer una “quiniela” el día 9 de diciembre. Cada uno puso un euro y dijo el día que creía que iba a nacer. Solo quedaba un día por apostar, y era al día siguiente, el 10 de diciembre. Solo una persona eligió ese día, uno de los futuros tíos de Fran. Tuvo suerte porque el niño nació al día siguiente. Como sólo él había apostado en ese día se llevó todo el dinero, unos 20 euros.


Cuando cae la noche, Paqui se sienta en el sofá y coge a su hijo en brazos, mientras le da un biberón con leche y Cola Cao. Madre e hijo se miran mutuamente. Cuando el pequeño termina de tomarse el biberón empieza a darle besitos a su madre. Paqui busca a tientas, sin quitar la cara de los labios de su bebe, la gasita del niño y se la coloca sobre su pecho. El niño se acuesta sobre ella y en cuestión de segundos madre e hijo se quedan durmiendo abrazados. Es difícil saber en que sueña el pequeño Fran, pero su madre es fácil deducirlo: “me gustaría verlo crecer, verlo convertido en una buena persona, trabajadora e independiente, ese es mi sueño”

1 Comment:

Raúl Masa said...

¿Tal vez?

Tienes hasta el domingo para participar, jejeje.

No me falles, ni a los murcianos, habrá que dejar el pabellón alto, no??

Un saludo